Las cabras son bellas, inteligentes, gozan de excelente salud, tienen excepcional vocación maternal, alta fertilidad y producen la mejor de todas las leches. Y, como si fuera poco, son muy eficientes: inquisitivamente seleccionan los componentes de mejor calidad en el alimento que tienen a su disposición. En otras palabras, toman lo mejor del forraje a su alcance descartando el resto. Su destreza para seleccionar es la característica determinante de su eficiencia. Su estómago muestra el mayor grado de desarrollo evolutivo de todos los mamíferos y en su digestión ruminal utiliza las fracciones de más rápida fermentación evacuando las cubiertas de fermentación más lenta. En consecuencia, su eficiencia digestiva resulta mayor a la de otros rumiantes por dos razones: la primera, porque elige el forraje más digerible y de mejor calidad; segunda, porque su capacidad digestiva es mayor debido, en buena parte, a la actividad proteolítica de las bacterias en su rumen. Estas ventajas redundan, por regla general, en una reducción de las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) provenientes de la fermentación ruminal (y del estiércol almacenado), cuando se miden en relación con la unidad de producto animal.
Los humanos hemos establecido entrañables relaciones de afecto y entendimiento con las cabras que nos seguirán acompañando como generosas aliadas para enfrentar con éxito los desafíos climáticos y consolidar sociedades fundadas en una estrecha alianza entre la naturaleza y las culturas humanas. La capricultura ecológica es la ganadería sostenible. Es el futuro.
Tomado del libro VIVIENDO CON CABRAS. Guía de Capricultura Agroecológica, ISBN 978-958-9386-98-9, CIPAV 2020